XX

Yo podría desintegrarme comiéndote el cuello
sobrevivir con tus manos deteniendo y “no avances”
besando lo que me permites de tu pecho y tu con tu pulso,
tu pulso a la mierda, con tu pulso inalcanzable.
Deteniéndome porque tus días erre, porque no me gustas, porque soy tan feo que no me toleras, deteniéndome por lo que sea
que me detienes apenas si palpándome, que porque esto va muy rápido y me detienes erecto, drogado en tu olor indefiniblemente, tus elementos químicos resonando arrancan desde tu sexo, desde tu ombligo, desde tus pezones escapan tus elementos persuasivos hasta tu cuello y tras tus orejas se acumula tu aliento hexagonal, sexagesimal el tiempo que debes irte, que debo irme y me detienes y tu aroma indefiniblemente fascinante separa mis párpados y no dejo de mirarte y pides que deje de mirarte, preguntas por qué te miro de esa forma, porque me fascinas mujer, porque hueles macabramente, porque hueles y te me incrustas mujer, tu cuerpo espléndido y tu mejilla colorá y que tu lengua tan impecable y tan tabaco y tan condimentados los besos que tus labios y tu lengua con la inclinación perfecta, la abertura perfecta, y los ángulos siniestros que originas con tu lengua cándida, suave como pétalo de nardo, como olor a nardo, como té de arándano y el azúcar morena, como pétalo que roza la mejilla es tu lengua fascinante junto a mi lengua absurda que se adapta y ¡dime tú si acaso no se adapta! Y te acaricia facultada al movimiento que rasguea por tu cuello, que rasguea por tu cuello intoxicablemente fascinante, por tu cuello y tu boca fascinante.